sábado, 13 de agosto de 2011

La sirena



Todo era cuando el bardo se acercó a las orillas de un mar cercano al bosque, era un lugar lejano desde donde el vivía pero no le importaba caminar, era parte de su oficio, así que se detuvo un instante, a contemplar el pasar de las olas para acabar estrellándose contra las rocas de la costa. 
Empezó a tocar unos acordes y a deleitar a la nada con una de sus historias. Épicas de héroes de tierras lejanas donde el conflicto por la ambición del hombre por todo había movido espadas que estaban bañadas en ríos de sangre, sangre de inocentes y no tan inocentes, gente corrompida por el mal que estaban ofuscados por el ansia del todo.
Cuando ya llevaba un buen rato narrando su historia, un ser mágico se le acercó, era una sirena, que le había estado escuchando durante largo tiempo, yo como bardo que soy no me inmute y proseguí con la canción. Continué recitando en prosa lo que otros habían echo, pero una cosa me molestaba, sus ojos, esos ojos de sirena que se clavaban en mis acordes como si de flechas se trataran, entonces pasó algo que no debe pasar, interrumpí la canción. Me puse a dialogar con la sirena, y le dije mi verdadero nombre, cosa que va en contra del Bardo, y tras esto la sirena empezó a cantar.
Su canto, tan armonioso, tan bello encandilaba al mas desperezado y yo no fui menos, al fin y al cabo ¿que podía pasar?. La sirena continuo cantando hasta que el amanecer era cercano y la sirena paro, ¿porque? ¿porque paras tan bruscamente de cantar?
La sirena con su melindrosa voz huyo a esconderse en la profundidad, y este bardo volvió a su hogar. Nada mas importa, al fin y al cabo, era solo una extraña sirena que no se encuentra todos los días que se va al mar.


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